tener un perro
20.4.07
14 de febrero: primer cumpleaños de Tsuki y Kim
15.4.07
Hijos y perros
Sí, absolutamente nuestros perros son sin duda nuestros hijos, los malcriamos, los educamos -al menos eso intento yo con Lupo- los alimentamos y pucha que los extrañamos en el transcurso de nuestro día, o por si alguna razón viajamos y no podemos llevarlos. El tema es que a veces no puedo, literalmente NO PUEDO, dejarlo solo y es por eso que, cuando planifico un día de full actividad sin él, tengo dos opciones: llamo a Jacqueline (una “doggie-sitter” o institutriz de Lupo que lo atiende y regalonea cuando yo no estoy) o simplemente lo llevo a casa de mis papás, para que lo cuiden. Jajajja... en la medida que escribo, voy encontrando ciertos rasgos enfermizos en mi relato; ES UN PERRO, me dicen todos (menos mis padres y la Jaqui, pues Lupo ha conquistado el corazón de casi todos). Es muy curioso pero tener a Lupo tiene que ver con la ferviente necesidad de ser madre, sentirme protectora, educar, contener... Pero los tiempos no estaban para eso, no había posibilidades, pues la máquina no paraba y menos para tener un hijo -humano, claro-. Mi trabajo es vertiginoso, y el que pestañea pierde, y por ser un país, sistema, mundo, donde las embarazadas son un CACHO, postergué esa opción el mismo día que tras un aparador vi a mi japonecito de ojitos de almendra. Me enamoré de él y esa ansia de la maternidad se diluyó... Hasta que ¡SORPRESA!, estoy embarazada, y ahora voy a tener a mi segundo hijo, y mi Lupino va a tener un hermanito... Sé que no es lo mismo; el amor que uno le tiene a su perrito es infinito y la dependencia mutua es intensa, pero de diferente manera que como con los hijos... aunque eso lo confirmaré cuando nazca BRUNO, mi segundo hijo...
9.4.07
Happy-hour aperrado: imágenes del evento
7.4.07
Happy-hour aperrado: reflexiones
Esto viene en relación con algo que hicimos hoy en la tarde-noche con los amigos de la Plaza Las Lilas (Providencia, Santiago). Todos nos vemos muy a menudo porque vamos a ese lugar a pasear a nuestros perros. Hace algunas semanas hicimos un “happy hour“ (rebautizado, “doggy hour“) y hoy fue la segunda versión. Todos nos organizamos para llevar distintas cosas de tomar y algunas para comer (no mucho para no sobre-motivar a las mascotas). La foto de arriba captura parte del momento. Lo interesante de esto es que todos estábamos un poco extrañados de la situación. Muchos dijeron: “que bueno que podamos hacer esto!”. En realidad, creo que en Chile no estamos acostumbrados a ocupar los lugares públicos para este tipo de cosas. Mucha gente se detenía a ver que hacíamos, especialmente los más viejitos. ¿Qué podrían estar haciendo esta docena de personas con sus perros y vasos en las manos en el medio de esta plaza?