tener un perro

Vivo en una ciudad de pocas plazas, pocas calles con árboles y escaso silencio. Una ciudad ruidosa, de aire espeso y ahumado, en la que pocos tienen tiempo y el tiempo sólo se mide por el reloj. Alguna vez esta fue una ciudad bella; en el tiempo en el que aún la amábamos. Ahora de todo eso queda poco, o casi nada; cada día hay menos parques y jardines, y más estacionamientos; menos casas viejas con viejos patios secretos, y más torres de vidrio y cemento; menos árboles, y más carteles y anuncios; más calles y semáforos; y menos veredas grandes, con bancos en las esquinas para los viejos y los paseantes. Pero yo tengo un perro. Y es por eso, tal vez, que cada tarde camino la ciudad a su paso, sin tiempo. Dejo atrás la prisa y me adentro en el espacio de los perros. Voy por las calles como un perro; miro el mundo con ojos de perro; llego hasta una plaza con perros; me acerco a otros que, como yo, vienen con sus perros; y hablamos de perros. Y el tiempo pasa, o no pasa -es igual- y la ciudad moderna y gris, la ruidosa ciudad de humo, se queda por un momento callada. Porque sólo un perro hace que una vereda sea algo más que un lugar de paso, y una esquina algo mejor que sólo el encuentro de dos calles. Y que esa plaza se vuelva, cada tarde, un inmenso jardín.

7.5.07

TeoMinator

Teodoro se ha convertido en una fuente inagotable de entretención. Desde dónde y cómo debe dormir (una discusión que sus humanos todavía no resuelven), qué debe comer (actualmente se alimenta en base a comida cruda, tema de un próximo artículo), el ejercicio, hasta las enfermedades y los medicamentos. Teo siempre proporciona un nuevo tema de conversación (y uno que otro dolor de cabeza).
Pero en lo que nunca deja de sorprender es en la infinita capacidad destructiva que tiene este orejudo. Aquí va un recuento de sus víctimas, para la posteridad:
1. La alfombra de entrada. Recién llegado decidió que la alfombra tejida de estilo étnico era “su” lugar, lo que reafirmó modificándola (comiéndose los hilos de los bordes).
2. El papel mural del comedor. Y el del dormitorio principal, y el del segundo dormitorio… bueno, no le puedo decir nada…a mi tampoco me gusta.
3. El diario. Varias veces hemos olvidado dejarlo lejos de sus patas… y se lo ha comido, luego de repartirlo (a gran velocidad) por toda la casa.
4. Mis pantuflas. ¿Quién se puede resistir a despedazar algo que parece una ovejita (con lana y todo)? Sobre todo si tu instinto te dice que eres un gran cazador…
5. Las toallas viejas que su abuela le regaló. Disfruta rasgando y saboreando cada pedazo, pero a fin de cuentas son suyas.
6. Ocho pares de calcetines (assorted). El “tierno” perrito no se los come enteros, sólo las puntas (dedos)…
7. Su primera caja de transporte. Debo reconocer que no era de muy buena calidad, y le quedaba muuuy chica. OK, got it.
8. La puerta de la cocina. Totalmente destrozada. Metódicamente ha roído los bordes a ambos lados, el marco de la puerta y el guardapolvo.
9. Mis sandalias de fiesta plateadas. Le sacó la hebilla y los tirantes, además de la pequeña suela que tiene el taco.
10. Los topes de goma de las puertas. No todas (aún).
11. El cable del cargador de mi celular
12. El cable del teléfono de su abuela en Valdivia (sorry Mom)
13. El cable de dos parlantes del Home Theater (sorry Sweetie)
14. Los dos cables que prenden el Scaldasonno (uno a cada lado). Menos mal que estamos en primavera.
15. El citófono de la cocina. Nos demoramos varios días en darnos cuenta. De hecho el conserje nos avisó que un día sonó su terminal y oyó a un perro ladrando…y luego nada.
16. Las tapas de plástico que cubren los pernos del comedor de diario. Eso se llama tenacidad!
17. La tapa del libro “Los Reyes Malditos: La loba de Francia”. Menos mal no se comió el resto (aunque es capaz).
18. Esponja Mago-pad: tres unidades despedazadas.
19. Pijama: varios hoyos sospechosos han aparecido en las mangas.
20. Timbres de goma para decorar.
21. Calcomanías de Bookcrossing. Encontré los restos de unas veinte (eran cien, Dios me libre!).
22. Cables de parlantes del microcomponente.
23. El hervidor eléctrico, caído en combate un día que lo dejamos 2 cm. más cerca del borde del mesón.
24. Cualquier caja de cartón o rollo de papel higiénico (no importa que todavía TENGA papel higiénico, éste será repartido por toda la casa).
25. Mis almácigos de lechugas, cuidadas con amor desde semilla. Las sacó todas, pero sólo comió algunas.
26. El despertador de Alejandro… lástima que todavía funciona (vamos que se puede!!!).

Continuará (lamentablemente)…

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